¿Qué es? ¿Cómo se manifiesta? ¿Cómo se diagnostica? ¿Cómo se trata?
El síndrome de Asperger forma parte de la categoría diagnóstica Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) desde 2013, aunque fue reconocido por la comunidad científica en 1994. El TEA es una alteración compleja del neurodesarrollo que afecta, principalmente, a las competencias de comunicación social y a la flexibilidad del pensamiento, además de influir en el comportamiento de la persona que lo presenta.
Es un trastorno muy frecuente, aunque poco conocido entre la población general e, incluso, por muchos profesionales. Comparte las características principales del autismo: la persona con Asperger tiene dificultades en la comunicación social y en la flexibilidad de pensamiento y comportamiento; sin embargo, tiene un lenguaje fluido y puede tener una capacidad intelectual media o superior a la media de la población. Así, las personas que sufren dicha enfermedad suelen tener problemas para comprender y utilizar las claves de la comunicación no verbal (gestos, expresiones faciales, tono de voz, entre otras), así como de los mensajes sutiles que se transmiten a través de este canal. Presentan una preferencia y fidelidad por las rutinas que, en ocasiones, siguen de manera rígida y repetitiva, muestran preferencia por intereses muy concretos, limitados y específicos sobre los que la persona puede acumular mucha información y a los que dedica mucho tiempo, además de mostrar la aparición de patrones concretos y rígidos de pensamiento y comportamiento, los cuales dificultan la realización de tareas que requieren flexibilidad o búsqueda de alternativas para la resolución de problemas, entre otros.
El TEA no es una enfermedad sino un trastorno del neurodesarrollo
En las últimas décadas, la prevalencia del conjunto de personas que sufren los llamados Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) se ha incrementado significativamente, situándose en la actualidad en 1 caso por cada 100 nacimientos. Es decir, en España los padecen más de 450.000, según Autismo Europa 2012, y tienen mayor incidencia en niños que en niñas, según revelan diversos estudios.
Una adecuada identificación y atención temprana, un buen ambiente familiar, una sólida respuesta educativa, una alta capacidad intelectual y de aprendizaje, son factores que predicen una mejor adaptación al entorno social, personal y emocional en la vida adulta. Por todo ello, resulta esencial que el TEA se identifique y diagnostique de la manera más temprana posible, y que se asegure el acceso a los apoyos especializados e individualizados que cada persona precise, también lo antes posible y a lo largo de su vida.
El TEA no es una enfermedad sino un trastorno del neurodesarrollo, que afecta a cómo se desarrolla y configura el sistema nervioso de manera prenatal, y al funcionamiento cerebral. Por lo tanto, en la actualidad no existe ningún tratamiento que lo pueda prevenir, curar o revertir. No obstante, existen diversas medidas de apoyo e intervenciones que están recomendados en todo el mundo y que se han mostrado muy efectivos, a la hora de mejorar la vida de los pacientes que sufren dicha enfermedad.